Como palabras de despedida a la destacada promoción de undécimo 2017, el estudiante Jaiver David Rey Gómez, da un aliento a los graduandos promoción 2017, diciendo:
Me uno con las intenciones del gran pedagogo Paulo Freire para sentir mi más profundo respeto y admiración por los desarrapados del mundo, a quienes descubriéndose en ellos, con ellos sufren y con ellos luchan, a quienes trabajan en silencio por un mundo mejor. Alguien sentenció alguna vez que los únicos sueños que logran alcanzarse son aquellos que se intentan, hoy más que nunca puedo asegurar que tal aseveración contiene en sí una verdad inmarcesible.
Estamos ad portas de culminar una etapa en nuestras vidas, un viaje lleno de obstáculos, de éxitos y de caídas, pero del cual logramos salir victoriosos. Somos estudiantes que día a día luchamos desde las aulas por un mundo en donde las oportunidades se repartan equitativamente, en donde el pobre, el oprimido y el abandonado puedan luchar siquiera por un porvenir promisorio.
Y dicen que somos la generación de la esperanza, pero esto no es del todo cierto. Se nos ha llamado impropiamente a llevar los caminos de este nuevo despertar hacia lo que debería ser catalogado el fin del cataclismo. Cuando hablo de cataclismo me refiero a la perdición del humanismo. Ahora, cuando se me inquieta por definir qué es el humanismo traigo la concepción de un hombre libre con todas sus implicaciones, y nada mejor para ejemplificarlo que con las palabras de Ernesto Guevara: “Ser esencialmente humano, ser tan humano que se acerque a lo mejor de lo humano, purificar lo mejor del hombre por medio del trabajo, del estudio, del ejercicio de la solidaridad continuada con el pueblo y con todos los pueblos del mundo, desarrollar al máximo la sensibilidad hasta sentirse angustiado cuando se asesina a un hombre en cualquier rincón del mundo y para sentirse entusiasmado cuando en algún rincón del mundo se alza una nueva bandera de libertad”.
Así, somos más que la generación de la esperanza, somos la generación del cambio, de la revolución. No la denominación común de revolución como imposición de ideales, es la revolución de pensamiento, el accionar dado desde la reflexión. Somos generadores de ideas, intelectuales del corazón y razonadores del alma. Nuestro propósito camarada generacional es el de advertir, señalar y juzgar lo que nos aleje del humanismo, y así el de proponer, gestionar y generar ese cambio para hacernos más humanos.
Ahora, en tiempos de paz nos reconfortamos ante el espejismo de que la no violencia es sinónimo de progreso y estabilidad. Pero la violencia que aún sigue latente se margina con los menos favorecidos. Es la violencia social que se atrinchera en el hambre, la inequidad y la injusticia. Es la violencia cultural cuando no hay inversión en el talento humano; la impunidad del opresor y la desidia con la que se nos gobierna. Nuestra realidad supone un sin número de oportunidades, oportunidades que se nos han ido arrebatando por la perfidia de pocos. El clientelismo, la corrupción y la violencia social tienen su razón de ser en la avaricia, en la mezquindad y la miseria del ser humano.
Por ello, los sinsabores a los que quizás debamos enfrentarnos día a día no deben ser obstáculos, ni excusas para no revalorizar nuestro papel en esta sociedad tantas veces incomprensible. Por ello, amigos, el sueño y la esperanza forman la dupla que designa a las generaciones actuales. Nuestros predecesores nos han encomendado a posteriori ser dictadores del fin del cataclismo de la deshumanización. Nuestros maestros, nuestros padres, que también son maestros, nos han señalado el camino que han querido construir y que debemos replantear y al mismo tiempo consolidar. Se nos ha educado para repensar, para discernir, para confrontar estas realidades adversas y complacientes. Tenemos el talento necesario para reformular y enderezar esta ruta de pensamiento y de acción.
Recordemos compañeros, que como jóvenes debemos ser honrados en cumplir a cabalidad la tarea que la vida nos ha encomendado, debemos ser los primeros en estar dispuestos a luchar por la justicia, por la equidad y por los menos favorecidos que día a día se limitan a una constante lucha para salvaguardarse de la muerte; debemos trabajar por ellos, por el rostro de la miseria del mundo, por aquellos grandes y pequeños que mueren y sufren ante la indiferencia de la humanidad.
Que le espera al todo el orbe de la tierra, si vemos día tras día una humanidad que cada vez más se desinterese por el futuro de ella, este futuro se ve resumido en los rostros de los niños, de los pequeños inocentes que tienen que soportar en el mundo las atrocidades de la guerra, de la desesperanza y de la falta de oportunidades, como podemos asegurar un buen futuro para el mundo cuando los niños se ven obligados a huir de su territorio como único camino para seguir viviendo, cuando la violencia genera en ellos la imposibilidad de gozar de las necesidades básicas, cuando el desarraigo y el pobre bienestar emocional recae en ellos con toda la fuerza de sus consecuencias.
Yo me pregunto ¿Habrá un mañana prometedor?, cuando los niños y adolescentes han sido obligados a cambiar sus libros por armas, sus juegos por palas y martillos y sus ilusiones por la incertidumbre de una vida pesarosa: Y solo puedo responder que es la violencia, la guerra, la falta de oportunidades, la inequidad social y la pobre espiritualidad lo que genera en los niños y en la humanidad un daño incalculable, un daño que va más allá del truncamiento de los sueños, un prejuicio que restringe la posibilidad se seguir creyendo que habrá un devenir promisorio.
Por ello, compañeros, los invito a que detengamos nuestras miradas en los niños, en el futuro de la humanidad, tal y como dijo el revolucionario José Marti “Para los niños trabajamos, porque ellos son los que saben querer, porque ellos son la esperanza del mundo”, que grado de veracidad tenía este hombre cuando postuló esta frase, por ende es necesario decir que la infancia, y la guerra, la inequidad social, la pobreza y la falta de oportunidades jamás podrán ir de la mano, puesto que la primera es esperanza y las otras son desolación y un futuro desolado no cabe en las ideas o en la mente de un niño que sueña.
Compañeros, debemos estar siempre atentos al papel histórico que jugamos en la sociedad actual, debemos estar dispuestos a aportarle a la revolución social en la que nos encontramos inmersos, recordemos siempre que somos una generación hija de grandes hombres, de hombres que dieron su vida por la patria, de hombres que exterminaron un régimen de injusticias y de la violación de derechos humanos, somos los herederos de una raza acostumbrada a morir de pie y no vivir arrodillados, una raza poderosa, una raza inteligente, una raza entregada a sus principios y convicciones cuyo lema se basó en la justicia, en la igualdad y en la gestación de un mundo en donde todos tuviéramos cabida.
Como enfrentarnos a un mundo que cae en la miseria y la desesperación, un mundo en donde el dinero puede alterar los valores de personas execrables, como proclamar ante todos que somos nosotros los jóvenes congregados con los mismos ideales expresando nuestra irrevocable decisión de defender no solo nuestros derechos, sino los derechos de a quienes este mundo cruel les ha negado la oportunidad de defender.
Y a pesar de esta terrible realidad, hay una fuerza que debe inundarnos a todos de emoción, es esa fuerza inmarcesible que nos invita a proclamar la paz y la justicia cuando quienes deben proclamarla no lo hacen.
Hoy me congratulo en felicitarlos a cada uno de ustedes, porque han decidido el mejor camino para transformar el mundo: el camino de la educación, esto demuestra que somos los hijos de esta raza fuerte que antes mencioné, cuya disciplina ha sido capaz de superar cualquiera de los obstáculos.
Por último los invito a reflexionar, sobre la vida, sobre qué debemos hacer para que nuestro paso por ella sea digno de recordar, recordemos ser ante todo justos, no olvidemos jamás ayudar a quien necesita ayuda, apoyar causas benéficas, defender ideales sensatos, y sobre todo seguir a pesar de los problemas, ya Einstein lo dijo: “La vida es como una bicicleta, para mantener el equilibrio tienes que seguir adelante” y hoy estoy seguro que así es, que la vida es eso, ese conjunto de alegrías e infortunios que inundan nuestro ser, recuerden hacer en vida todo lo que sea necesario, porque también llegará la muerte inevitable y con ella el orgullo, el temor, y el fracaso se desvanece, recordar que vamos a morir es la mejor forma de encontrarnos con nosotros mismos, la mejor manera de darnos cuenta que tenemos mucho que perder.
Les deseo lo mejor a cada uno de ustedes, no olviden poner a Dios en primer lugar, el los guiará y les dará la felicidad en cada uno de los proyectos que emprendan, nuestra grandeza se mide por el grado de respeto que tengamos ante él. Espero que sus caminos no se aparte del sendero que Dios les marco y que sus corazones sean siempre sensible a su voz. Recuerden siempre no rendirse, y seguir luchando por sus sueños que Dios y el Universo están con ustedes.
Autor: Jaiver David Rey Gómez grado 1101, promoción 2017 – Revisado por Yolanda López.